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Gemma Saura – “Tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza”

Posted on octubre 10, 2023 by carlostablanteoficial

Ami Ayalon dirigió durante cuatro años y medio el Shin Bet, el servicio secreto interior israelí, y no fue en un momento precisamente fácil. Llegó al cargo en 1996, tras el asesinato de Yitzhak Rabin a manos de un radical judío que le consideraba un traidor por negociar con los palestinos.

Almirante en la reserva, Ayalon (Tiberíades, 1945) es una leyenda en Israel. Recibió la Medalla al Valor (solo la tienen 40 personas) con 24 años, por su acción heroica en una misión contra Egipto, durante la cual cayó la mitad del comando. Él siguió hasta el final, herido con dos impactos de granada. 

Llegó a comandante de la Armada, cargo que dejó en 1996 para ir al Shin Bet, una experiencia que cambió su visión de la sociedad israelí, pero también de los palestinos y del conflicto. Se metió en política algún tiempo, en el Partido Laborista, y quedó segundo en las primarias del 2007, detrás de Ehud Barak, que lo nombró luego ministro.

Incansable defensor del diálogo con los palestinos, ha sido una de las voces más críticas con el Gobierno ultraderechista de Netanyahu, tanto con su política de expansión de las colonias en Cisjordania como, en los últimos meses, la polémica reforma judicial.

La entrevista se desarrolló el viernes pasado en Barcelona, donde el exjefe del Shin Bet participó en un acto de Keren Hayesod, el fondo de la Agencia Judía que recauda dinero para fines humanitarios. Después del brutal ataque de Hamas del sábado, Israel es otro país. Sin embargo, la voz de Ayalon (que ha autorizado la publicación de la entrevista) y sus reflexiones sobre el conflicto son más pertinentes que nunca.

¿Por qué dirigir el Shin Bet transformó su manera de entender el conflicto?

Aprendí dos lecciones. En primer lugar, que mis enemigos, en este caso los terroristas palestinos, son seres humanos. Cuando estás entrenado como militar, sólo ves objetivos. Los civiles no nos enviáis a la guerra a negociar. Nos enviáis a matar y es lo que hacemos. Con cuchillo, rifle o misiles. Es técnica, tecnología, estrategia. Cuando matas a alguien como soldado, no importa quién sea esa persona. Pero cuando luchas contra terroristas, es diferente. Debes saberlo todo sobre él: quiénes son sus padres, su esposa, con quién reza, a qué escuela envía a sus hijos. Sin eso, no podrás responder la pregunta más importante: ¿por qué lo hace? Lo que ocurre es que, una vez sabes tanto sobre él, se convierte en un ser humano. Y el primer impacto es que no le temes. Incluso si sabes que, en cuanto salga libre, seguirá matando a israelíes, entiendes por qué lo hace. No estás de acuerdo, pero empatizas, que es distinto de simpatizar. Entiendes sus motivos. Y tu manera de entender este conflicto, esta guerra, esta batalla, cambia.

¿Y la segunda lección?

Pues una vez lo entiendes a él, a ellos como pueblo, entiendes que la ecuación entre ellos y nosotros es muy simple: nosotros tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza. Los militares saben que no se puede disuadir a una persona o a un grupo de personas si creen que no tienen nada que perder. Es el momento en que se vuelven muy peligrosos. Yo solía creer que eramos libertadores, pero entendí que ellos nos ven como opresores. Los conocí, me hice amigo de Yibril Rayub, de Mohamed Dahlan, los comandantes del aparato de seguridad palestino, y me decían: ‘Mira Ami, estamos luchando contra nuestros hermanos, Hamas. Los metemos en la cárcel, los interrogamos. No porque os debamos algo, no os debemos nada, lo hacemos sólo mientras creamos que, la ocupación acabará y crearemos un Estado palestino. En el momento en que dejemos de soñar, que nuestro pueblo no nos vea como liberadores, olvídense de nosotros’.

“Seguiremos matándonos mientras no nos veamos los unos a los otros”

¿La esperanza está perdida?

Desde luego. En los años noventa, el acuerdo de Oslo fue aceptado por la gran mayoría de palestinos. Llegaron a convencerse de que con la violencia no lograrían su libertad. Arafat los llevó a renunciar a lo que creen que es el 75% de su tierra. Y día a día, esperaban ver la libertad más de cerca. En cambio, lo que vieron fueron más asentamientos, más colonos, más violencia, más puestos militares. Así que dejaron de soñar y empezaron a apoyar el terror. La tragedia de Oriente Medio es que son dos narrativas que chocan. La narrativa palestina es: ‘cedimos nuestro sueño y lo que obtuvimos fue más ocupación’. La narrativa de los israelíes es: ‘les dimos todo y ellos nos respondieron con terror’. No vemos su narrativa y ellos no ven la nuestra. Y seguiremos matándonos los unos a los otros mientras no nos veamos. Es la empatía. Robert McNamara, el ministro de Defensa estadounidense durante Vietnam, escribió un gran libro, In retrospect, donde enumera las once lecciones de aquella guerra. La primera es la empatía. El gran error, dice, fue que no entendieron a sus enemigos. No entendieron que los vietnamitas odiaban a los chinos, que no se veían a sí mismos como parte del espacio soviético, lo único que querían era su libertad, después de años de colonialismo. Nos falló la empatía, dice McNamara. Como a nosotros.

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